-Fragmento del poema Ideario, de Francisco Ortega Palomares,
incluido en la canción Standby, de Extremoduro.
incluido en la canción Standby, de Extremoduro.
Dulce introducción al caos
Este fragmento es mi carta de presentación. Si por mí fuera lo dejaría simplemente en el poema, quizás con un enlace a la canción. Me va lo breve. Y no es que no me guste escribir, que me encanta, es que me da pánico escribir de cara a los demás, ser juzgada, mostrar de mí una parte demasiado extensa. Soy introvertida en exceso, vergonzosa y muy contradictoria. Me cuesta empezar: soy perezosa e impulsiva, y necesito siempre esperar esa chispa que me haga iniciar el escrito. Soy crítica y directa, mujer de fuertes contrastes. No doy nunca lo que se me pide y el cariño lo reparto con cuentagotas. Tengo una concepción de mí misma prácticamente opuesta a la que tienen la mayoría de los que me rodean. Me agobia que me conozcan en exceso. No tengo dos, sino cien caras y un gran caparazón. Me gustan las personas supersticiosas, las que me llevan la contraria y las que no me aguantan la mirada. Me entiendo con los animales y los niños mejor que con cualquier adulto. Me sonrojo con facilidad, lo que no es de gran apoyo para superar la timidez. Me gusta mi nombre aunque no me representa: soy de todo menos clara y transparente. Dudo constantemente de mí misma, de las cosas que digo y de mi despertador. Soy de montaña más que de playa. Caótica y desordenada, tengo facilidad para sacar a la gente de quicio y mis sarcasmos son a menudo de mal gusto. No suelo caer bien a primera vista. Me apasionan los viajes, los largos trayectos en tren y los yogures griegos. Me da miedo el paso del tiempo y todo aquello que no puedo imaginar: las malas intenciones y las grandes cantidades de dinero. Adoro dormir, estiro las noches sin remedio, aunque solo sea para escuchar los sonidos del silencio. Lo que puede darme una canción que echa el ancla en mi interior y me retuerce como un huracán, pocas cosas me lo dan. No me gustan las moquetas y sí andar descalza. Soy puro nervio. A veces se me enredan las ideas y tengo que contar hasta diez para ordenarlas y hacer que fluyan con sosiego. Me molestan las conversaciones vacías de horas en las que no hay nada que decir. Soy incapaz de irme a la cama sin hacer las paces y me tranquilizan las voces graves. Pero que nadie se engañe, no vivo con prisas, sino con el odio a las esperas sin sentido. Nada más.
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